En la próxima edición de Experiencia Forrajera y en Cosecha a desarrollarse el 24 de mayo en Oncativo se hablará del fenómeno expansivo de esta especie y se brindarán recomendaciones para la confección de reservas de calidad.
A pesar de ser un actor relativamente nuevo en el mercado internacional de alfalfa, Argentina ha manifestado en los últimos 8 años un crecimiento exponencial, pasando de las 4.200 toneladas exportadas en el 2010 a las 45.000 toneladas actuales. Los Emiratos Arabes y Arabia Saudita concentran más del 90% del volumen exportado, aunque también se realizan envíos a otros mercados como Jordania, Kuwait, Qatar, China, Bolivia y Uruguay.
Pero el boom de la alfalfa no es homogéneo y se distribuye principalmente en algunas regiones del país donde el cultivo encuentra condiciones climáticas ideales, como Santa Fe, Santiago del Estero o el norte de la Patagonia. Sin embargo, es el centro y norte de Córdoba el que se ha establecido como el principal polo productor con un promedio de 12 toneladas por hectárea. Allí la alfalfa se ha integrado definitivamente al esquema de rotación y se las ha arreglado para competir de igual a igual con el maíz y la soja en términos de márgenes brutos.
Mejorar los procesos de confección, abrirse a nuevas soluciones tecnológicas, elevar los estándares de calidad del forraje y alinearse a las exigencias de los mercados internacionales son algunos de los aspectos en que se debe seguir trabajando para profundizar este camino iniciado recientemente en la provincia y explotar aún más las posibilidades de comercialización de este cultivo.
Con ese objetivo, la próxima edición de “Experiencia Forrajera y en Cosecha”, que tendrá lugar el próximo 24 de mayo en la localidad cordobesa de Oncativo, pondrá especial foco en la alfalfa. Durante la jornada gratuita organizada por CLAAS se podrá acceder de la mano de destacados especialistas a una serie de recomendaciones que buscan potenciar los resultados de los procesos productivos actuales.
“Es muy importante tener en claro que se pueden llevar a cabo ciertas mejoras con el mismo costo operativo. La elaboración de un rollo o megafardo de calidad demanda las mismas operaciones de corte, rastrillado, henificación y estivado que uno de mala calidad. La diferencia radica principalmente en ejecutar esas actividades en el momento oportuno y con las regulaciones adecuadas para cada caso”, aclara el ingeniero Federico Sánchez, de CLAAS Argentina.
En ese sentido, un aspecto fundamental es determinar la humedad del forraje ya que es una variable que incidirá luego directamente sobre la calidad del heno. “Si el forraje no fue secado adecuadamente y es henificado con un contenido de humedad superior al 20%, se produce un mayor deterioro y el desarrollo de hongos”, explica el experto, quien asegura que la ventana óptima para la henificación de rollos oscila entre el 13% y el 19% de humedad, mientras que en megafardos el rango de trabajo es de entre 11 y 17%, dada la alta compactación que producen estos equipos.
Es por eso que la CLAAS Quadrant 3200 RF viene equipada con un sensor de humedad que permite conocer siempre la humedad del pasto que se está henificando. “Si los contenidos de humedad son inferiores al 10%, los valores de pérdida de hoja van a superar el 4%, que es el límite de tolerancia establecido para no afectar la calidad del heno por disminución de proteína bruta”, recalca Sánchez.
El nivel de humedad también incide directamente sobre el sistema de henificación que el productor debe adoptar. Si se utiliza una megaenfardadora con procesador de fibra, las pérdidas se pueden incrementar linealmente a medida que disminuye la humedad del forraje henificado. Por eso cuando los valores de humedad están por debajo del 13%, lo más recomendable es desactivar este mecanismo. En la QUADRANT ésta operación puede realizase fácilmente ocultando las cuchillas, ya que la agresividad mecánica a la que es sometido el forraje en el proceso de “cuteado” incrementa notablemente la pérdida de hojas y proteína.
Sin embargo, en condiciones ideales, Sánchez recomienda el sistema cutter como posee la Qusftsmy 3200 RF, ya que facilita y simplifica el trabajo al obtener una fibra procesada que no es necesario trozarla luego en un mixer o moledora.
De las 750.000 hectáreas de alfalfa que se henifican actualmente en el país (con una producción que ronda las 5.500.000 toneladas de materia seca), el 55% corresponde a rollos, el 25 % son confeccionadas en megafardos y el resto en otros formatos. “Los rollos van a seguir ocupando un papel central en nuestro país, dado el menor costo de elaboración, la facilidad de manejo y la disponibilidad de equipamiento complementario para el transporte y almacenamiento”, considera Sánchez.
Sin embargo, las megaenfardadoras toman cada vez mayor protagonismo debido principalmente a sus beneficios en logística y a sus cualidades para producir heno de alfalfa de alta calidad, una condición indispensable para acceder a los mercados externos. Pero también la demanda de megafardos ha crecido mucho en los últimos años por parte del mercado interno, principalmente en zonas agroclimáticamente más húmedas que no cuentan con el ambiente ideal para producir heno de calidad y que necesitan de una fuente de fibra efectiva para sus explotaciones de leche o carne.
“Si bien los argentinos estamos evolucionando notablemente en la adopción de tecnologías de henificación, todavía queda mucho por mejorar. Las pérdidas de materia seca y calidad de heno de alfalfa son de variada magnitud y se deben principalmente a la pérdida de hoja que se produce al momento de la confección”, agrega el representante de CLAAS.
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