Este año la Comisión Europea lanzó una convocatoria pública orientada a recolectar opiniones sobre la eventual aplicación de un arancel al carbono para productos importados. Se trata de una primera movida que, en algunos años más, podría derivar en la imposición de un “arancel ambiental” contra alimentos importados provenientes de naciones que no puedan validar su huella de carbono.

“Negar la cuestión implica no asumirlo como un problema y, en tal circunstancia, no vamos a tener la posibilidad de poder implementar lo necesario para resolverlo”, indica José Lizzi, líder de la Comisión de Ganadería de CREA. “El desafío que tenemos por delante debería ser entendido como una oportunidad”, añade.

Existen dos hechos indiscutibles al respecto. El primero es que las emisiones de metano generadas por la fermentación entérica de rumiantes son una de las fuentes de gases de efecto invernadero reconocidas por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés).

El segundo es que la Argentina, como nación firmante del “Acuerdo de París” (2015), se comprometió a implementar medidas de mitigación de la emisión de gases de efecto invernadero con el propósito –según lo establecido en el artículo 2º de dicho acuerdo– de “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2°C con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático”.

“El desafío que tenemos por delante es doble. Por un lado, debemos validar e implementar modelos orientados a reducir el impacto de los gases de efecto invernadero en la producción ganadera; por otro, tenemos que comunicar cómo trabajamos en un lenguaje que pueda ser interpretado por un público urbano que no tiene conexión con el ámbito rural”, explica José Lizzi.

“Son dos órdenes diferentes pero complementarios: el científico, donde nos sentimos más cómodos, dado que podemos certificar con datos precisos lo que hacemos; y el ámbito de las percepciones, donde los criterios fácticos son tan relevantes como los emocionales y los narrativos”, apunta el técnico CREA.

La metodología de referencia del IPCC establece tres niveles de exhaustividad con la cuál efectuar las estimaciones de gases de efecto invernadero. El primero es el denominado “nivel 1” que implica poco detalle y factores de emisión de referencia, mientras que el “nivel 2” comprende detalle medio con inclusión de factores de emisión propios y el “nivel 3” es muy exhaustivo con aplicación de modelos dinámicos de estimaciones.

En cuestiones de estimaciones de gases de efecto invernadero de los suelos y pastizales, Argentina informa sus inventarios en el “nivel 1”, donde, según el criterio establecido por el IPCC, no se consideran la posibilidad de un efecto compensador del secuestro de carbono promovido eventualmente por los pastizales en los cuales se producen los vacunos. “Sin embargo, con la información adecuada se podría optar por un nivel 2 de análisis según IPCC”, explica Pablo Cañada, integrante del área de ambiente de CREA.

“La información disponible actualmente en la Argentina sobre el potencial de secuestro de carbono de los pastizales es incompleta o no satisface los requisitos para ser utilizada en los inventarios de gases de efecto de invernado, según los criterios establecidos por el IPCC para el nivel 2”, apunta.

“Sin embargo, ese déficit puede ser entendido como una oportunidad para generar, con investigaciones propias adecuadamente validadas, datos que permitan ser empleados para certificar la sostenibilidad ambiental de la ganadería argentina”, añade .

De hecho, el último informe publicado por el IPCC, dedicado al impacto del uso de la tierra (Climate Change and Land; 2019), menciona en el capítulo 5 que el secuestro de carbono relacionado con el manejo de ganado “en pasturas bien gestionadas” podría considerarse “como una práctica de mitigación” de emisión de gases de efecto invernadero.

El técnico CREA indica que la incorporación de pasturas y verdeos podría constituir una práctica con capacidad de mitigar la emisión de gases de efecto invernadero, pero, para que eso pueda ser incorporado en el cálculo total de emisiones de la Argentina, debería estar validada científicamente la capacidad de secuestro de carbono en el suelo de cada una de las especies, además de contar con estadísticas oficiales sobre el nivel de cobertura territorial de las mismas.

“Si logramos demostrar que con prácticas adecuadas es posible incrementar la cantidad de carbono orgánico en el suelo en sistemas ganaderos de base pastoril, eso podría derivar, por medio de la compensación de emisiones, en una estimación más equilibrada del impacto de los bovinos en el inventario nacional de gases de efecto invernadero, además de permitir eventuales beneficios para aquellos establecimientos que logren certificaciones de huella de carbono”, explica Pablo Cañada.