Para enfrentar este problema creciente en cultivos extensivos, expertos de instituciones privadas y estatales consensuaron un protocolo de monitoreo que ofrece el “abc” de un control exitoso. Y advierten sobre la ineficacia del uso de umbrales.

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El trabajo de monitoreo de plagas y enfermedades está instalado desde hace tiempo dentro de las prácticas de manejo agronómico, pero no sucede lo mismo con el monitoreo sistemático de malezas a pesar de ser este un problema cada vez más grave en la producción agropecuaria.

Por eso, un grupo de expertos de REM (Red para el conocimiento de malezas resistentes), CREA (Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola), AAPPCE (Asociación Argentina de Protección Profesional de Cultivos Extensivos), INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y Universidades, trabajaron en forma conjunta para consensuar un protocolo que permita a quienes recorren los lotes tener un criterio unificado sobre cómo debe hacerse el monitoreo.

“Este protocolo permite tomar mejores decisiones en tiempo y forma; comparar lotes, y seguir la evolución entre campañas de una manera objetiva. Asimismo, facilita la planificación al inicio de cada campaña y hasta puede servir para decidir el valor de alquiler que puede pagarse de acuerdo a las malezas presentes en el lote y su cantidad”, explicó el Ing. Agr. Martín Marzetti, gerente de la REM coordinada por Aapresid.

El manejo de malezas debe hacerse pensando no sólo en la maximización del rendimiento del cultivo actual sino también de los futuros, en un marco de sustentabilidad. Así, los problemas que pueden causar las malezas superan en alcance temporal al ciclo de los cultivos anuales ya que constituyen problemas del lote y no únicamente del cultivo actual como ocurre con la mayoría de las plagas y enfermedades. “Las malezas van a permanecer en el lote aún cuando no sembremos ningún cultivo o rotemos con uno diferente al actual”, indicó Marzetti.

Por esta misma razón, como advierte el protocolo, “el criterio de umbrales no es útil en el caso de las malezas y en muchos casos el umbral debe ser cero, para evitar infestaciones que luego serán muy costosas, tanto desde el punto de vista económico como ambiental”.

El protocolo elaborado, se basó en uno desarrollado por Eduardo L. Leguizamón en 2011 y plantea dos etapas: un trabajo previo al monitoreo en el lote y otro ya dentro el lote.

Trabajo previo al monitoreo en el lote

Definición de un calendario anual de monitoreo que varía según zona, cultivos y malezas más importantes que incluye como mínimo mediciones durante el barbecho, al inicio del cultivo (hasta el cierre del entresurco) y antes de la cosecha del cultivo. Paralelamente es necesario un monitoreo previo y posterior a cada aplicación de herbicida, para evaluar su efectividad.

El otro trabajo previo es la definición de un ranking de malezas de la zona, para tener presente “qué cosas no se le pueden escapar” a quien haga el monitoreo.

Trabajo de monitoreo en el lote

En primer lugar se debe identificar correctamente el lote, así como determinar posibles ambientes a diferenciar. En todos los casos se deben monitorear tres sectores bien definidos: cerca de los alambrados o bordes, en la entrada de la cosechadora y en el interior de lote; los dos primeros con el fin de identificar tempranamente el ingreso de malezas perjudiciales al lote, lo que permitirá erradicarlas. En el interior del lote se toman diez sitios de muestreo en los cuales se marcan las especies presentes con la ayuda de una planilla preestablecida. Al finalizar todas las estaciones se coloca la densidad y tamaño de las malezas con una escala cualitativa ya establecida.

Con toda esta información se definirá el nivel de alerta, es decir, si se requiere una intervención inmediata o si se puede esperar a un nuevo monitoreo.

Frente al avance de las malezas difíciles, este protocolo constituye una herramienta fundamental para el combate. Un correcto monitoreo y un manejo planificado serán decisivos si se pretende triunfar sobre las malas hierbas.

AAPRESID