* En Fertilizar advierten sobre los importantes costos ocultos que tiene, a largo plazo, el monocultivo de soja.

La semana pasada, en una reunión organizada por Fertilizar Asociación Civil, Graciela Cordone, del INTA Casilda, mencionó el concepto de “costo oculto de nutrientes”, en referencia al valor que tienen los nutrientes extraídos del suelo por un cultivo y no repuestos por los productores. Según la ingeniera, en un lote sojero este costo respresenta un monto de 1.300 dólares por hectárea por diez años. Es decir que los nutrientes extraídos por el cultivo en ese lapso y no repuestos por los productores equivalen a esa cantidad de plata.

Esto es algo que no se suele tener en cuenta cuando se habla de los rendimientos crecientes que obtienen año a año los productores argentinos, y que tendrá consecuencias en el futuro. “A la par de los rendimientos, crece la exportación de nitrógeno, fósforo y azufre”, destacó Cordone.

A su vez, la pérdida de materia orgánica generada por el cultivo excesivo de soja también tendrá efectos negativos por la merma en los rendimientos potenciales.

Durante la reunión, Cordone presentó un trabajo de tesis que busca contabilizar la disminución de materia orgánica en el suelo entre 2010 y 2020 a través de los datos obtenidos mediante un modelo de simulación, tomando como insumo las proyecciones de la Fundación Producir Conservando en lo que hace a rendimientos y superficie cultivada, y luego simulando el rendimiento de la soja para esos próximos 10 años.

“Si bien la disminución parece poca y despreciable (a nivel unitario), cuando se habla de un acumulado al 2020 y se la multiplica por la superficie de los cuatro departamentos del Centro Sur de Santa Fe, surge que la baja en la producción por la pérdida de materia orgánica debida al monucultivo de soja no es para nada despreciable”, argumentó la especialista.

El ingreso que dejarían de percibir los productores, la industria y el Estado -a través de las retenciones-, a partir de la pérdida de productividad, sería aproximadamente de 254 millones de dólares.

Cordone sostuvo que existe un costo social y uno privado por no rotar. “Para continuar produciendo soja y conservar el suelo se necesita rotar con cultivos que fijen carbono y lo incorporen arriba y adentro del suelo. Será clave también pensar en alternativas para agregar nitrógeno en secuencias sojeras; incrementar la fertilización de fósforo, azufre y otros nutrientes para sostener rendimientos crecientes y, por último, modificar la actual ley de arrendamientos”, remarcó.

En este contexto, la rotación de cultivos y la utilización de maíz y de gramíneas gana en importancia y se convierte, una vez más, en un deber.

La visión de largo plazo presentada por Fertilizar le suma un poroto al choclo, justo en la época de su siembra.

Clarín Rural (Aapresid)