El investigador del CONICET Lucas Borras aportó una visión integral sobre el cultivo de soja en el XXVII Congreso de Aapresid “30: 10000 ConCiencia Suelo”. Puso el foco en tres aspectos que no siempre son considerados por los productores: la importancia de la etapa de implantación, su manejo de acuerdo a los factores ambientales para optimizar rinde y la búsqueda de una mayor calidad del grano por su valor proteico.

Soja

En la segunda jornada del XXVII Congreso Aapresid el investigador del CONICET Lucas Borras abordó tres temas específicos relacionados con la optimización de prácticas de manejo enfocadas al cultivo de soja en zona núcleo. Su disertación llevó por título “Brechas de producción en soja: enfoques del cultivo y el sistema” y se dividió en tres ejes: En una primera instancia expuso sobre cuestiones relacionadas con pérdidas de rendimiento producto de calidades de implantación diferenciales. En una segunda instancia habló de los factores ambientales y de manejo que permiten comprender diferencias de rendimiento entre lotes, y por último centró su enfoque en los manejos que surgen como determinantes para la calidad de los granos en términos de porcentaje de proteína.

Borras se detuvo en la calidad de implantación, ya que existen datos que demuestran que es una etapa crítica para obtener buen rendimiento. “Todo el mundo cuando siembra piensa en calidad para maíz, pero no para la soja, y es que la semilla cuesta mucho más, es una inversión mayor al momento de la siembra, no hay que apuntarle a una densidad con lo que se pone un poco de más, e incluso hay un segmento de productores que dicen que esto no es importante”, manifestó. Según informó, con Syngenta realizó un proyecto de varios años y siempre encontró que la calidad de implantación impacta en el rinde en forma directa. Por lo tanto, instó a que los productores lo consideren como un punto de importancia que requiere la misma atención que genera el maíz en esa etapa.

“En el cultivo de soja la importancia de la calidad de implantación ha quedado tradicionalmente relegada con respecto a otros cultivos, como puede ser el cultivo de maíz. Esto se debe a diversas razones, entre las que se puede mencionar el patrón de respuesta del rendimiento a la densidad de siembra (curvilíneo con saturación), donde el objetivo es superar un umbral crítico y donde no hay mermas significativas en el rinde si superamos este valor, el menor costo de inversión en semilla, y el concepto que diferencias en la distribución espacial y temporal de la emergencia de plantas no tienen impactos negativos en el rendimiento del cultivo”, detalló.

En otro tramo de su ponencia se refirió a cuestiones relacionadas con factores ambientales y de manejo que permiten comprender diferencias de rendimiento entre lotes. “Analizamos un total 57 combinaciones de sitio x año distribuidos en la región núcleo durante tres años (cosechas 2016, 2017 y 2018). Fueron sitios sembrados en franjas con dos o tres repeticiones, y conducidos y cosechados con la tecnología del productor. En cada sitio se analizaron cuatro genotipos. Además de rendimiento se midió un número relevante de factores de manejo (como ser fecha de siembra, fertilización, aplicación de fungicida, entre otros) y ambientales (tipo de suelo, temperaturas en diferentes estadios, lluvias en diferentes períodos, presencia de napa, entre otros)”, dijo.

Borras precisó que de todos los factores analizados, los cinco que surgieron del análisis como los más relevantes para el rendimiento del cultivo fueron: fecha de siembra; lluvias durante Enero a Marzo interaccionando con la presencia de napa; tipo de suelo, interaccionando con la presencia de napa; efecto de la napa per se; y genotipo.

“En todos los casos, retrasos en la fecha de siembra significaron disminuciones en el rendimiento del cultivo de soja en la zona núcleo. Las lluvias durante el período Enero a Marzo tuvieron un efecto diferencial si el lote tenía (o no) la presencia de una napa a menos de dos metros de profundidad al momento de la siembra. Si había una napa cercana a superficie las lluvias de este período no tienen efecto, mientras que si el lote no tiene una napa interaccionando con el cultivo a menor cantidad de lluvia percibida durante el período reproductivo menor es el rendimiento. En cuanto a tipo de suelo, se resalta un efecto significativo y negativo en el rendimiento del cultivo cuando el lote posee un hapludol en comparación a un argiudol, pero también interacciona con la presencia de una napa al momento de la siembra. La napa aumenta el rendimiento en ambos tipos de suelo, pero lo hace más en un hapludol”, explicó.

Por último, Borras recordó que con la soja estamos produciendo un cultivo que tiene valor por su aceite y su proteína y no por su rendimiento per se. “Al productor no se le paga un extra por calidad, pero hoy la Argentina está perdiendo mercado producto de la mala calidad. No sé hasta qué momento se va a empezar a pagar primas por calidad o descuentos por baja calidad, en alguno momento pasará”, sentenció.

“En la cadena de valor, el cultivo de soja es valorado por su alto contenido de proteína y aceite. Argentina es exportadora de granos enteros y sub-productos, especialmente harinas de alto valor proteico, aceite y biodiesel. Para todos estos destinos la concentración de proteína y aceite en los granos resultan esenciales, ya que existe un valor de proteína y aceite que resultan óptimos desde el punto de vista industrial. Incluso en la exportación de grano entero también existen valores mínimos de concentración de proteína”, concluyó.