“La floricultura genera más de U$S 200 millones anuales”. Así lo aseguró Daniel Morisigue –investigador del INTA Castelar– quien además estimó que “si se suman a los actores de la cadena, este número se cuadriplica”.

Desde tiempos inmemoriales las flores son parte de la vida cotidiana. Tradicionalmente utilizadas para expresar sentimientos, también exploran nuevos territorios como los medicinales y culinarios. Hoy, consolidan un sector que posee grandes perspectivas y, con el apoyo del INTA, enfrenta una demanda creciente y asume el desafío de superar su actual producción de 200 millones de dólares por año. Una cifra que ubica a la floricultura en el límite superior del tercer grupo de rubros en orden de importancia económica, por encima de actividades como el cultivo de pera, naranja, mandarina, sorgo y lana.
“Alrededor de 1.500 productores generan U$S 200 M anuales y, si se suma a los otros actores de la cadena, este número se cuadriplica”, aseguró Daniel Morisigue, investigador del Instituto de Floricultura del INTA Castelar.

El INTA, destacó el técnico, desarrolla tecnologías adaptadas a las condiciones locales en el manejo de cultivos, mejoramiento genético y cultivos sin suelo, lo que consideró “avances necesarios para impulsar un mayor crecimiento del sector que requiere experimentación y ajustes a las condiciones locales para una mejor calidad final”.

Entre los aportes del organismo al sector se destacan el desarrollo de nuevas especies comerciales para la producción del interior, algunas de ellas obtenidas a partir de especies nativas con valor ornamental, de los cuales ya se han inscripto variedades de lapacho, tecoma, calibrachoa y mercadonia.

Para el especialista de Castelar, la Argentina presenta un gran potencial por su situación geográfica, diversidad agroecológica y tecnología disponible. Esto permite habilitar nuevas regiones y la posibilidad de producir flores de corte y plantas ornamentales en contra-estación –respecto de los países importadores–.

En palabras de Américo López, presidente de la Cooperativa Argentina de Floricultores, la floricultura “es un gran generador de mano de obra, una alternativa para pequeños productores, ya que mediante pequeños beneficios económicos o financieros, se emplea automáticamente a familias enteras”.

De acuerdo con Morisigue, «la floricultura argentina presenta un gran potencial por su situación geográfica, diversidad agroecológica y tecnología disponible».

Actualmente emplea a 22.000 trabajadores directa e indirectamente, distribuidos en su mayoría en el Gran Buenos Aires, Salta, Jujuy, Tucumán seguido por Mendoza Rosario y Córdoba.

Flores nuestras

El 99% de la producción nacional de flores se consume en el mercado interno, el mayor de Sudamérica junto con el brasileño. Desde la década del setenta sólo ha habido exportaciones puntuales de rosa, clavel, lisiantus, gypsofila, fresia, aster, bulbos de tulipán y, recientemente, peonía.

Las flores más demandadas tanto en el país como en el exterior son los tradicionales crisantemos, claveles y rosas. En maceta, la mayor producción la lideran aquellas para jardín, las de interior, seguidas por las florales y los arbustos. Según los especialistas, el incremento en la demanda de flores de corte y plantas ornamentales está relacionado con el crecimiento económico y el bienestar nacional.

INTA