En los maíces de la región central del país aún no se observan síntomas compatibles con las enfermedades transmitidas por chicharritas, mientras que en el noreste se detectan desde casos aislados hasta un 10% de síntomas compatibles con achaparramiento, en cultivos próximos a cosecha.
Por ello, especialistas del INTA destacan la importancia del monitoreo constante de Dalbulus maidis mediante métodos complementarios como la observación visual, el uso de redes de arrastre y trampas cromáticas adhesivas.
La frecuencia e intensidad de las heladas invernales ocurridas en gran parte de la zona maicera de la Argentina, sumado a la supresión química o natural de los maíces voluntarios, principalmente en áreas consideradas no endémicas, interfirieron en la supervivencia de los adultos de chicharritas Dalbulus maidis. Hasta el momento, los maíces implantados en fechas de siembra temprana, actualmente todos en estados reproductivos avanzados, no evidencian síntomas de achaparramiento, a excepción de pocos casos sospechosos en el nordeste.
Según muestreos con red de arrastre realizados en 110 unidades del INTA, en diferentes cultivos invernales –no hospedantes– no se registraron capturas de chicharritas por un período superior a los 120 días. Así, las densidades poblacionales registradas en la primera quincena de enero de 2025 son considerablemente más bajas, en comparación con enero de 2024.
Eduardo Trumper –coordinador del Programa Nacional de Protección Vegetal del INTA–, detalló que “los primeros individuos detectados en la campaña 2024/25, al sur del paralelo 30, es posible que correspondan a migrantes de zonas endémicas (NEA y NOA). En pocas palabras, el vector parece haber llegado más tarde y se esperaría que el número de generaciones sea menor que en la campaña maicera anterior, con la consecuente disminución de la incidencia de las enfermedades en el cultivo”.
Qué tener en cuenta.
A partir de las primeras detecciones de adultos de la chicharrita, mediante trampas cromáticas adhesivas y observación directa en plantas de maíz, se sugiere intensificar los monitoreos con una frecuencia de 3-5 días, principalmente en los maíces de segunda o tardíos desde los estados fenológicos iniciales (VE) hasta V8-V10.
Para ello, “se recomienda revisar al menos 5 plantas en 15-20 puntos diferentes del lote, preferentemente en horas de la mañana, debido a la menor movilidad del insecto y evitar sombrear las plantas a evaluar. Además, en horarios de temperatura ambiente elevada se debe evitar el monitoreo debido a que el acartuchamiento de las vainas impide la observación de los individuos que permanecen refugiados en el cogollo”, explicó Adriana Saluso –investigadora del INTA Paraná, Entre Ríos–.
Asimismo, Saluso advirtió sobre la importancia de identificar correctamente la chicharrita del maíz, dado que en la misma planta pueden hallarse otras especies similares, “ante dudas sobre la correcta identificación consultar a los referentes de entomología del INTA o de otras instituciones”.
Por otro lado, Federico Massoni –investigador del INTA Rafaela, Santa Fe– indicó que “la información de los monitoreos permitirá conocer el número de chicharritas por planta de maíz, pero al ser una especie vectora de enfermedades se requiere complementar dichos datos con análisis de porcentaje de infectados, a través de técnicas específicas, como PCR. Para ello, se sugiere estar atentos a los reportes de chicharritas infectadas de cada zona que publica la Red Nacional de Monitoreo mediante trampas cromáticas adhesivas y del INTA”.
Esta condición de insecto vector de enfermedades dificulta la determinación de un nivel de daño económico, que permita tomar decisiones de manejo sustentadas en evidencia científica. La magnitud en la expresión de síntomas compatibles con el achaparramiento dependerá del porcentaje de chicharritas que sean portadoras de virus y mollicutes y no solo del tamaño de la población de Dalbulus maidis.
En este sentido, Evangelina Perotti –investigadora del INTA Oliveros, Santa Fe– puntualizó que “frente a la presencia de chicharritas potencialmente portadoras de los patógenos causales de achaparramiento en lotes del maíz, y con el objetivo de disminuir el inóculo inicial, los controles se recomiendan en la etapa del cultivo con mayor susceptibilidad al complejo de enfermedades (VE-V8)”.
En caso de requerir aplicar insecticidas, se recomiendan aquellos autorizados por Senasa, respetando las dosis de registro. Después de la aplicación de insecticidas, se debe continuar el monitoreo y, en caso de reinfecciones, rotar modos de acción.
Por su parte, Fernando Flores –investigador del INTA Marcos Juárez, Córdoba– aclaró que “ante la intención de siembra del cereal el mercado ofrece semilla de maíz tratadas con insecticidas neonicotinoides y diamidas tales, como clotianidin, tiametoxam e imidacloprid y ciantraniliprole dependiendo de la empresa semillera”. Algunos trabajos demuestran que estos brindarían protección frente al insecto vector, durante los primeros estadios vegetativos (VE – V2). Luego de dicha etapa, la eficacia de control se reduce.
“Es importante aclarar que el control químico se recomienda como un complemento a la estrategia de manejo que se viene implementando en la gran región ya que las aplicaciones foliares de insecticidas en situaciones de elevada densidad poblacional pueden resultar poco efectivas”, destacó Flores.
Asimismo, el especialista de Marcos Juárez señaló que en condiciones de baja densidad poblacional de Dalbulus maidis la colonización del lote suele comenzar en las cabeceras y esto posibilita controlar al vector en esta área específica.
Como dato importante para concluir, los especialistas resaltan seguir los Informes de la Red Nacional de Monitoreo, en la que participan diversas instituciones claves del sector agropecuario, a fin de conocer los datos de capturas de la chicharrita en diferentes regiones productoras de maíz de la Argentina. Como complemento, sugieren consultar el mapa actualizado de la chicharrita del maíz que el INTA publica con frecuencia quincenal.
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