inundaciones

Un relevamiento hecho por La Nación revela que en la Cuenca del Salado hay poblaciones aisladas por los caminos rurales anegados y fuertes pérdidas en la ganadería. Las lluvias caídas ya superaron los registros anuales.

Cecilio Ojeda y su esposa, María, están aislados desde hace diez días. No pueden salir del campo porque los caminos que acostumbran utilizar se encuentran intransitables; tres de sus hijas dejaron de concurrir a una escuela rural de la zona por la misma causa, y el camión que solía llegar con maíz para el criadero de cerdos tampoco puede pasar, con lo cual el alimento para esos animales ya escasea.

En la cuenca del Salado, una región del centro sur bonaerense que abarca una veintena de partidos con 6,5 millones de hectáreas que representan el 21% de la provincia, hay muchos casos como el de Ojeda y su esposa, encargados de un establecimiento rural. Por las intensas lluvias, a las que se sumaron el desborde de arroyos y canales, y el vertiginoso escurrimiento de agua de partidos vecinos, el paisaje habitual es ver campos que quedaron bajo el agua.

Los registros de precipitaciones son contundentes: lugares con 200 milímetros en agosto y más de 1000 en lo que va del año, por encima de cualquier promedio anual. Se agravó en el último mes y medio, pero la situación viene de arrastre desde marzo pasado. Paradoja: en enero, había una fuerte sequía. Rauch, Ayacucho, Dolores, Pila, Tordillo, General Guido, entre otros, son partidos con una fuerte historia ganadera, donde muchos productores aún no pueden terminar de calcular hasta dónde llegará el impacto. Todos hablan de una importante mortandad de animales.

También hay pérdidas de lotes enteros de trigo y cebada, complicaciones en otras actividades, como el criadero de cerdo que maneja Ojeda, o que los mismos productores no pueden mandar a los hijos a la escuela porque el camino no lo permite.

«Para el criadero de cerdo, tenemos alimento para cuatro días más. Después no sé qué vamos hacer», señaló la esposa de Ojeda.

Los Ojeda llegaron a tener el agua a metros de su casa. Ahora bajó un poco y los alivió. Pero tres hijas de 6, 10 y 11 años hace diez días que no pueden concurrir a una escuela rural de la zona. «Es imposible porque el camino está cortado», explicó María. «Se atrasan en la escuela porque no las puedo llevar», agregó Cecilio.

«Tenemos mucha gente en el partido que se fue del campo porque no puede mandar a los hijos a la escuela. Hay seis escuelas primarias [de zona rural] que llevan apenas 40 días de clase en el año», detalló Guillermo Valle, productor.

En Rauch, un partido de 432.000 hectáreas que todos los años produce 190.000 terneros y es el segundo o tercero, según el año, en importancia en la provincia, el impacto del agua es muy fuerte. Federico Petreigne, presidente de la Sociedad Rural local, señaló que los productores están presentando planillas para pedidos de declaración de emergencia o desastre con afectaciones superiores al 80/85%, e incluso más, en sus campos. La Nación pudo apreciar ese panorama en un vuelo que realizó con el piloto José Alzola.

Ana Etchart, productora, por ejemplo, dice que le quedó bajo el agua el 99% de su establecimiento. En un momento entró en el campo con medio metro de agua en la cintura para ver el desastre.

«De 26 vaquillonas [preñadas para parir] nos quedaron sólo siete terneros. El agua se llevó en su paso terneros recién nacidos», indicó Etchart. A esta productora también se le murieron 56 corderos y 47 lechones.

Pelea desesperada

Valle advierte que en una pelea desesperada contra el agua en su caso logró sacar terneros, pero que en medio del estrés sufrieron bajas de 20 a 30 kilos en su peso. «Nos comimos todos los rollos y el balanceado que teníamos para los animales, que eran reservas», graficó.

En Rauch, hay lugares donde sólo se puede ingresar a caballo

«Mi padre no puede entrar con la camioneta desde mayo. Hay partes donde sólo se puede entrar de a caballo», dijo Petreigne. Agregó que su padre tuvo que arrear animales 15 kilómetros para poder acercarlos hasta un camión para su traslado. Por el exceso de agua, perdió 24 terneros y 80 ovejas. Las complicaciones se repiten. «Nosotros alcanzamos a sacar terneros para la venta, pero en la última avalancha de agua que vino se rompió todo el camino y ahora no se puede vender», sostuvo Amadeo Souverville, que lleva unos quince terneros perdidos al nacer.

En Ayacucho, a 60 kilómetros, y el principal partido productor de terneros, con 250.000 por año, el panorama también es difícil. Más del 80% está afectado. Y por la ruta 74 es común a los costados ver vacas y terneros muertos. Encima, se adelantó la aparición de hipomagnesemia, una enfermedad asociada a la menor ingesta de magnesio a través de la alimentación. El animal se debilita, cae y muere.

«Acá hubo mucha mortandad y se va a incrementar aún más», alertó Marcelo Gianoli, productor. Destruidos los caminos, Gianoli hoy entra al establecimiento en el que trabaja caminando por una vía de tren que pasa a 200 metros de la chacra. Es la única alternativa.

Se las rebusca para que no se le mueran animales. Ya logró salvar 17 terneros recién nacidos llevándoselos al patio de su casa, donde los alimenta como puede. «El 90% de la explotación quedó bajo el agua», muestra a este cronista, desde la vía de tren donde se avista la chacra. Tenía reservas de rollo para dos años que ya consumió en ocho meses, con lo cual tuvo que volver a comprar alimento.

Fuente y foto: La Nación