Especialistas del INTA destacan tres pilares fundamentales para enfrentar los desafíos que afectan su rendimiento: el manejo del cultivo, el control químico y las prácticas culturales para optimizar la salud de las plantas. Esto busca no solo prevenir enfermedades, sino también aumentar la productividad y sostenibilidad de los sistemas agrícolas.
La producción de soja en la región chaqueña subhúmeda enfrenta desafíos significativos debido a las enfermedades foliares que afectan el rendimiento del cultivo. Un equipo del INTA Las Breñas detalla los puntos clave sobre las afecciones más prevalentes y las estrategias de manejo integrado que pueden implementarse para mitigar sus efectos.
Gerardo Quintana -coordinador del Proyecto Cereales y Oleaginosas para Chaco y Formosa del INTA Las Breñas, Chaco- explicó que “Para un manejo óptimo de la soja es importante la rotación de cultivos, el control de malezas y la fertilización para reducir el impacto de estas enfermedades, además del monitoreo y uso adecuado de fungicidas”.
Las enfermedades más recurrentes en la región son: la Mancha Marrón (Septoria glicynes) y el Tizón foliar/Mancha Purpura (Cercospora Kikuchii), ambas capaces de ocasionar pérdidas significativas de rendimiento que pueden alcanzar hasta el 30%.
La región sojera del NEA está integrada por la provincia de Chaco y Formosa, el este de la provincia de Santiago del Estero y el norte de Santa Fe. En la misma, ubicada mayormente en la región del Chaco subhúmedo, se siembran casi 2 millones de hectáreas, aportando el 12% de la producción nacional del cultivo. La relevancia de esta región como productora de soja queda evidenciada al observar el ranking de producción de soja por provincias, donde Santiago del Estero ocupa el cuarto lugar.
“Ante este panorama, se recalca la importancia del manejo integrado de enfermedades, que incluye prácticas culturales específicas, control químico acorde y el monitoreo constante de los lotes. Conocer y comprender los síntomas de estas enfermedades puede ser crucial para la intervención temprana y, así, salvaguardar los rendimientos en este cultivo clave para la economía regional”, destacó Quintana.
“Con la implementación de estas estrategias, los productores pueden no solo reducir las pérdidas, sino también optimizar la salud de sus cultivos y garantizar una producción sostenible a largo plazo. La prevención y el manejo adecuado son fundamentales para enfrentar los desafíos planteados por estas enfermedades en el contexto cambiante del clima y del mercado”, agregó Quintana.
La mancha marrón se manifiesta a través de clorosis y manchas necróticas en las hojas, comenzando en la parte basal y ascendiendo con la humedad y las precipitaciones. Por su parte, el tizón foliar presenta síntomas que se caracterizan por manchas violáceas a amarronadas en foliolos y peciolos pudiendo ser similares también a la mancha marrón, pero inicia su avance desde la parte superior del cultivo.
Asimismo, otras enfermedades como el Mildiu (Peronospora manshurica) y la Mancha anillada (Corynespora cassicola) han ganado prevalencia en campañas más húmedas. El Mildiu afecta principalmente la calidad de las semillas y se evidencia en manchas amarillas con características algodonosas, mientras que la mancha anillada se identifica por sus manchas necróticas circulares con un halo clorótico.
Por otro lado, la presencia de la Roya asiática de la soja (Phakopsora pachyrhizi) añade otra capa de complejidad, siendo una enfermedad biotrófica que prospera en condiciones de humedad y puede causar severos daños si no se monitorea y controla adecuadamente.
Recomendaciones para el manejo del cultivo.
Esta es una región donde la dinámica ambiental es diferente al resto del país, con mayor temperatura y donde los cultivos sufren una mayor frecuencia de episodios de estrés ambiental por sequías o golpes de calor. Esto incide en la dinámica de plagas, malezas y enfermedades como en la calidad de la semilla obtenida en la región.
Por lo tanto, como primera recomendación indicó Quintana, “la rotación de cultivos, con incorporación de gramíneas en la rotación, ayuda a suprimir el inóculo de enfermedades, ya que el rastrojo de cultivos de diferentes especies reduce la carga inicial de patógenos”.
Como así también utilizar cultivos de servicio, aumentan el carbono en el suelo, mejorando su salud y, por ende, la productividad de los cultivos principales.
Por otro lado, la fertilización y control de malezas mejora las condiciones nutricionales, menos competencia por recursos fortalecen los cultivos y los hacen menos susceptibles a enfermedades.
Asimismo, “la elección de la fecha de siembra y variedad son decisiones cruciales para el desarrollo del cultivo y el manejo de enfermedades. Iniciar o finalizar el ciclo en los momentos adecuados ayuda a maximizar el rendimiento”, señaló el investigador.
Por último, la calidad de semilla garantiza una buena implantación y un manejo adecuado de la densidad de siembra también contribuye a disminuir el daño por enfermedades.
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